Gracias al ADN, ya es posible saber quién llevó este colgante de hace 20 000 años
Una técnica innovadora extrae ADN humano de artefactos óseos, lo que ofrece a los científicos una visión inigualable de los propietarios o creadores individuales de objetos del pasado profundo.
El ADN antiguo ha transformado la arqueología: ahora es posible determinar el sexo y la ascendencia de los antiguos humanos amplificando el material genético codificado que sobrevive en sus restos. Los estudios sobre ADN antiguo abarcan ya cientos de miles de años y ofrecen nuevos conocimientos sobre acontecimientos del pasado profundo, como las migraciones de los primeros americanos y adónde fueron a parar los neandertales.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista Nature informa de que los científicos han extraído ADN humano de un colgante de diente de ciervo que probablemente llevó una mujer hace unos 20 000 años. Es la primera vez que se recupera ADN humano antiguo de un artefacto fabricado a partir de otro animal, y los investigadores esperan que este método revolucionario se utilice también en el futuro para revelar información crucial como, por ejemplo, qué especie de homínido fabricó una determinada herramienta de hueso, o cómo dividían los antiguos humanos las tareas entre sexos, como coser pieles o fabricar puntas de lanza de hueso. Esta nueva técnica de extracción de ADN también puede datar artefactos óseos sin dañarlos, una ventaja sobre la datación por radiocarbono, que destruye una pequeña muestra del material.
"Se trata de un estudio de prueba de principio", afirma el autor principal del estudio, el genetista Matthias Meyer, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania). "Pasará algún tiempo hasta que esto se traduzca en nuevos conocimientos... pero será enorme".
Colgante paleolítico
Meyer y sus colegas estudiaron un colgante hecho con un diente de ciervo hallado en la cueva Denisova de Siberia (Rusia) en 2021. La cueva estuvo ocupada por diferentes grupos de homínidos durante unos 50 000 años y se hizo famosa en 2010 con el descubrimiento allí de una especie humana hasta entonces desconocida llamada denisovanos. El colgante, sin embargo, procede de una capa de sedimentos de hace unos 20 000 años, cuando la cueva estaba habitada por Homo sapiens. Hasta ahora no había sido posible extraer ADN humano antiguo de un artefacto de este tipo; normalmente se perforaba una muestra del diente y se trituraba, con la esperanza de revelar el ADN del ciervo del que procedía. Pero la nueva técnica, que consiste en lavar el artefacto en una solución de fosfato sódico, ha recuperado ambos conjuntos de ADN antiguo (del ciervo y del humano que lo fabricó o lo llevaba) y sin dañar el colgante.
La bióloga molecular Elena Essel, autora principal del estudio y estudiante de doctorado en el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, explica que los investigadores probaron diferentes sustancias químicas hasta que dieron con el fosfato sódico, que también se utiliza en los detergentes para la ropa.
El método de extracción del ADN también es similar al de lavar la ropa: el colgante se bañó varias veces en una nueva tanda de la solución, a temperaturas crecientes de hasta casi 93 grados centígrados.
Los investigadores utilizaron sus conocimientos de genética humana y de ciervos para distinguir a uno (Homo sapiens) del otro (wapití, un tipo de alce), y para determinar tanto el sexo como la ascendencia del humano, demostrando que descendía de antiguos euroasiáticos del norte, una población antigua de la que hasta ahora sólo se tenía constancia más al este.
Los investigadores también dataron el colgante calculando el número de mutaciones en el ADN antiguo y comparándolas con genomas modernos. Tanto el ADN del ciervo como el humano arrojaron una fecha de hace entre 19 000 y 25 000 años, un intervalo de tiempo mayor que el proporcionado por la datación por radiocarbono (que en algunos casos puede proporcionar fechas con unas pocas décadas de diferencia), pero se hizo sin dañar el colgante, mientras que el método del radiocarbono sí lo haría, afirma Essel.